WASHINGTON, 16 Feb. (EUROPA PRESS) -
Amnistía Internacional (AI) ha afirmado este miércoles a través de un comunicado que al menos 500 personas han fallecido en Estados Unidos desde 2001 a causa del uso de 'tasers' (pistolas eléctricas) por parte de la Policía durante el arresto o cuando estaban en la cárcel y ha pedido mayores restricciones para limitar su uso por parte de las fuerzas de seguridad.
La última muerte en estas circunstancias se produjo el 13 de febrero después de que Johnnie Kamahi Warren, de 43 años de edad, fuese atacado con este arma por un agente de Policía en Dothan, Alabama, al menos en dos ocasiones. El hombre, que estaba desarmado y borracho, dejó de respirar poco después de recibir las dos descargas y falleció en el hospital menos de dos horas después.
"De los cientos de personas que han muerto a causa del uso de 'tasers' por parte de las fuerzas de seguridad en Estados Unidos, decenas, y posiblemente grandes cantidades de los mismos, lo han hecho a causa del uso innecesario de la fuerza", ha dicho la directora para América de AI, Susan Lee. "Esto es inaceptable, y unas normas más estrictas sobre su uso son imperativas", ha agregado.
En este sentido, AI ha indicado que unas normas estrictas a nivel nacional sobre el uso de estas armas y otras similares --conocidas como Dispositivos de Energía (CEDs)-- sustituirían de manera efectiva a las miles de políticas individuales que siguen en estos momentos los estados y las agencias locales del país.
"La Policía estadounidense permite el uso amplio de estas armas, a menudo en situaciones en las que no es necesario este elevado nivel de fuerza", ha dicho AI. Las agencias de seguridad defienden su uso y argumentan que puede salvar vidas y reducir a sospechosos peligrosos o no cooperativos.
Sin embargo, AI ha subrayado que estas armas sólo deberían ser usadas como una alternativa en situaciones en las que la Policía tuviera que considerar el uso de armas de fuego.
En su informe de 2008 sobre este asunto, AI apuntó, tras la revisión de 98 casos de fallecimientos por el uso de 'tasers', que el 90 por ciento de los muertos estaban desarmados cuando fueron atacados y que muchas de las víctimas fueron sometidas a múltiples 'electroshocks'. Asimismo, destacó que la mayoría de las muertes fueron achacadas a otras causas, aunque la revisión médica estableció que estas armas fueron causa o factor de más de 60 de las muertes.
"Incluso si las muertes directas por el uso de 'tasers' son relativamente raras, los efectos adversos pueden tener lugar rápidamente y sin advertencia, siendo imposibles de revertir", ha manifestado Lee. "Dado este riesgo, estas armas deberían ser siempre usadas con gran cautela y en situaciones en las que alternativas menos directas no sean posibles", ha añadido.
REITERACIÓN DE INFORMES
AI ha denunciado la existencia de "continuos informes" sobre agentes de Policía aplicando 'shocks' múltiples o prolongados a pesar de las advertencias de que este uso podría incrementar el riesgo de efectos adversos sobre el corazón o el sistema respiratorio.
Entre los fallecidos en 2011 se encuentra Allen Kephart, de 43 años de edad, que murió tras ser parado por la Policía a causa de una supuesta infracción de tráfico en San Bernardino, California. Kephart falleció después de que tres agentes le atacaran hasta 16 veces con sus 'taser', pese a lo que fueron declarados inocentes de mala 'praxis'.
En noviembre de 2011, Roger Anthony falleció tras caer de su bicicleta después de que un agente de Policía de Carolina del Norte le disparara con una pistola paralizante por no hacer caso de una orden para que se detuviera. Posteriormente, se constató que Anthony tenía una discapacidad y problemas auditivos.
"Lo más preocupante del uso de 'tasers' por parte del la Policía es que la mayoría de los que fallecieron por su causa no eran una amenaza cuando fueron atacados por las fuerzas de seguridad", ha apostillado Lee.
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